Cuaderno
borra dor 2

Zona de interferencia
Hoy abrí el cuaderno 2.
No recordaba haberlo escrito.
Esto fue lo que encontré:


CUADERNO BORRADOR Nº 2 (manifiesto mínimo)
Transmisión escrita para el vacío, para el eco, para lo que podría o nunca ser leído.
Este cuaderno fue encendido en el año 2025, en algún rincón improbable del planeta.
No fue escrito para lectores ni buscadores.
No responde, no explica, no pide ser entendido.

Es apenas un borrador lanzado al espacio:
un archivo en fuga,
una deriva de signos sin órbita estable,
una cápsula sin destino claro.

Si lo encontraste, seguí como si nada.

Fin del mensaje.



Fragmentos encontrados:


Las señales llegan con delay.
Palabras que eran claves suenan huecas.


El cuerpo quiere avanzar,
pero el mapa pestañea.

Me detuve frente a un cartel sin texto.
Pensé: la interferencia también es un mensaje.

[escrito al margen]
Alguien habló en un idioma que parecía mío.
Traduje al azar:
“No siempre el ruido interrumpe. A veces, nombra.”

Fin del fragmento encontrado.
No hay firma.
No hay fecha.





Día 14 después del último intento
Hoy perdí las tijeras que cortaban los pensamientos impuros.
Quedaron sueltas las ganas, se me escaparon todas por los balcones del juicio.
La gata las miraba desde la cama con ese desprecio digno de esfinge:
—Otra vez vos con tus escapes sin mapa, —parecía decir.

Saqué el polvo del diario y me escribí una carta.
Era de mí para mí.
Con faltas de ortografía a propósito, para no confiar del todo en lo que digo.
No la firmé.
Quiero seguir creyendo que hay alguien más escribiéndome adentro.

A la noche, cociné por costumbre.
El arroz sabía a poema tibio,
la zanahoria quedó cruda como mis ganas de discutir.
Comí sin ruido, como me enseñaron los fantasmas.

Y antes de dormirme, me imaginé siendo otra.
No para escapar.
Sino para encontrarme desde otro lado del cuaderno.



Día 11
Hoy el viento sopla con ganas, parece que quiere arrancar las hojas de este cuaderno. Pero acá sigo, firme, anotando lo que va quedando de este tiempo raro. Las horas se arrastran y se enredan con los recuerdos. Me pregunto si alguien más sentirá esta mezcla de calma y desasosiego al mismo tiempo.

Pensar que hace nada las calles estaban llenas de ruido y ahora es como si el mundo hubiera guardado la respiración. Me gusta esta pausa forzada, aunque a veces me pesa el silencio. Busco en los pequeños detalles, en el color del cielo, en el olor de la tierra mojada, una señal de que todo esto tiene sentido.



Página 3
Hoy me levanté sin ganas. La luz entraba como una invitada incómoda, chorreando por la ventana. No sé si fue la lluvia de ayer o esa sensación que pesa en el pecho cuando el tiempo no avanza pero tampoco retrocede. Como si el mundo se hubiera quedado en pausa y yo me hubiera olvidado cómo moverme.

Encontré un viejo boleto de colectivo en el bolsillo del saco que usé el invierno pasado. Lo miré un rato, sin saber qué hacer con él. ¿Será que guardo recuerdos en objetos para que no se me escapen? O tal vez, solo quiero algo tangible que me diga que estuve en algún lado, que fui.

De repente, la casa se sintió muy grande y yo muy chica.



Página 4
Anoche soñé que la lluvia cantaba. Era una canción vieja, medio rota, como un disco rayado que no termina de dejar de sonar. En el sueño, alguien me decía que cada gota era una palabra que nunca dije, un secreto que quedó en el aire.

Me desperté con la boca seca y esa melodía pegada en la cabeza. Me pregunto si los secretos pesan o si solo flotan, esperando que alguien los escuche.

Hoy, afuera, todo está gris. Pero adentro, tengo una tormenta en calma.




Página 5
Las palabras a veces se esconden en los pliegues de la rutina, y uno pasa horas buscándolas en el fondo del café o en el borde del espejo. Hoy me di cuenta que el silencio también habla, pero en un idioma que no sé traducir todavía.


Página 6
Encontré un dibujo en una hoja arrugada. No sé quién lo hizo, pero parece un mapa sin destino, como si alguien hubiera querido perderse a propósito. Me pregunto qué caminos tomaría si pudiera seguirlo.



Página 7
Esta tarde vi pasar a un gato que parecía tener más historias que yo. No se detuvo a contarme ni una, pero en su mirada había una promesa de secretos que no quiere compartir.



Página 8
Las horas se disuelven cuando no las mirás, como si el tiempo tuviera miedo de ser atrapado. Hoy perdí una y no sé dónde se fue. Quizás la dejé escapar para que no me persiga.



Página final
¿Por qué la tarde siempre huele a promesas incumplidas?

Me sorprendo queriendo atrapar el viento con las manos, como si pudiera retener el tiempo que se escapa entre los dedos.

Las palabras escritas aquí son como migas de pan en el bosque, para no perder el camino de vuelta a mí misma.

Quizás mañana sea otro día, o quizás simplemente cambie el ángulo desde donde miro el mismo sol.

No sé si quiero respuestas o si prefiero el misterio.

Hoy, al menos, dejo la puerta entreabierta.








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